UNA VERSION REAL MÁS DEL COMIENZO

jueves, 18 de junio de 2009 en 14:00

A diferencia del judaísmo, el cristianismo o el Islam, el budismo no tiene su origen en una supuesta revelación divina y, en cambio, constituye la enseñanza de un solo ser humano quien, a través de sus esfuerzos, despertó a la ley de la vida que se encontraba dentro de él. Fue un hombre que no dejó escrito alguno y del cual conocemos poco, pero lo que sí sabemos es que se convirtió en el catalizador del cambio de millones de vidas.

El Buda histórico, a quien se conoció con el nombre Siddharta (El que ha alcanzado su meta), nació en el norte de India hace aproximadamente 2500 años. Existen diversas opiniones acerca de la fecha exacta, pero investigaciones recientes tienden a situarla en el siglo VI o V a.C. La época, aunque no sea exacta, es significativa. Como el filósofo alemán Karl Jaspers ha señalado, Siddharta nació aproximadamente al mismo tiempo que Sócrates en Grecia, Confucio en China y el profeta Isaías en el mundo hebreo. La aparición simultánea de estos hombres, según Jaspers, señaló el amanecer de la civilización espiritual.

El padre de Siddharta era el monarca del clan Shakya, una pequeña tribu situada cerca de la frontera de Nepal, por lo cual el Buda recibió el nombre de Shakyamuni (Sabio de los Shakyas). A causa de la falta de registros escritos, los detalles de su infancia son escasos. Sabemos que Siddharta nació como príncipe y creció en la opulencia, y que estaba dotado de una brillante inteligencia y una naturaleza introspectiva. Siendo aún joven, se desposó con Yashodhara, quien le dio un hijo, Rahula. Eventualmente, Siddharta abandonó sus riquezas y privilegios para embarcarse en un camino de sabiduría y autoconocimiento. Lo que lo impulsó a tomar tal decisión está expresado por la leyenda de los cuatro encuentros.

Se dice que el joven príncipe salió de su palacio en cuatro diferentes ocasiones: cuando lo hizo por la puerta este, se topó con un hombre deteriorado y vencido por la edad. Cuando salió por la puerta sur, vio a un enfermo. En una tercera salida, por la puerta oeste, presenció un funeral y vio un cadáver por primera vez en su vida. Por último, en su salida por la puerta norte, se cruzó con un asceta religioso. El anciano, el enfermo y el cadáver, representan los sufrimientos de la vejez, la enfermedad y la muerte, los cuales junto al de nacer (o, lo que es igual, el de vivir) son llamados “Los Cuatro Grandes Sufrimientos”, o sea, los problemas fundamentales de la existencia humana. Shakyamuni decidió entonces abandonar su vida principesca para hallar la solución a estos cuatro sufrimientos.

A la manera de los hombres santos de aquel entonces de la India, que deambulaban por todo el país en búsqueda de la verdad última, Siddharta comenzó su travesía. Sabemos que su camino fue duro y lleno de desafíos físicos y mentales, emprendiendo una serie de prácticas ascéticas tales como la retención de la respiración, el ayuno y el control mental. Luego de varios años de atormentar su cuerpo casi hasta el punto de morir, finalmente abandonó sus severas prácticas de ascetismo que lo habían debilitado y comenzó a meditar bajo un árbol pipal (una variedad de higuera que existe en la India), cerca de Gaya. Así, cuando contaba con aproximadamente treinta años, logró la iluminación y se convirtió en un Buda.